Han pasado 13 años desde que me hice mi primer tatuaje. A veces intento encontrar cuáles fueron mis motivos para hacérmelo y la única explicación razonable que tengo es que quería ser “diferente” y de algún modo demostrarle a mi mamá que con él me seguiría queriendo igual.
Recuerdo que cuando el tatuador terminó su arte, me dijo: “Bienvenida al mundo del tattoo”, en ese momento comencé a llorar, me sentí demasiado rebelde y marcada de por vida. Mi hermana, quien me acompañaba, se reía a la vez que se sentía “orgullosa” de mí, ya que aún cuando ella quería uno, hasta ahora no ha tenido la valentía de realizárselo.
Hoy en dia veo a hombres y mujeres tatuados casi por completo, brazos y piernas adornados; confieso que me cuesta imaginar sus razones, pero espero que cada una de esas marcas tenga un significado muy personal y valioso.
Tatuarse no es algo para tomar a la ligera, debe ser bien analizado, ya que muchas veces los tatuajes nos alejan de ese trabajo que siempre soñamos, de esa prenda reveladora que nos gusta o de ese tratamiento médico que necesitamos.
Antes de convertir nuestro cuerpo en un lienzo debemos estar seguros de nuestra decisión y sus motivos porque aun cuando existen multiples técnicas para eliminarlos, hasta ahora no hay ninguna que deje la piel como nueva.
Hay personas que buscan demostrar amor a sus parejas a través de un tatuaje, pero lamentablemente al terminar con esa relación, tendremos en algún lugar de nuestra anatomía ese recordatorio constante que nos dice: Por aquí estuvo Pedro, Juan, Luisa o mejor inserte usted el nombre de su preferencia.
Los tatuajes, recuerdan seres queridos, fechas especiales, películas, épocas y hasta alimentos favoritos, es por ello que la manera en la que decidimos utilizar la tinta es un aspecto vital a tomar en cuenta, porque si realmente planificamos bien el dibujo, no deberían existir tantas espadas dobladas, hadas caídas o flores marchitas en un centenar de cuerpos arrugados por el tiempo.